por Elio Gabalo
EL PATACHE DIECIOCHERO LO PUEDE TODO
Desde que le renovaron la licencia de conducir sólo por un año a mi papá, el octogenario entró en un trance de odio desmedido en contra de la sociedad. No nos espera para partir los almuerzos dominicales; suelta el acordeón si lo pillamos tocando; y olvídate de rozar uno de sus sagrados puzzles, que te echa cascando en lombardo. Los únicos que ablandan su corazón, son su esposa y sus nietos. «Pero si el nonno siempre ha sido así», esgrimió uno de los púberes cuando esto se convirtió en un tema. Y sí, pero ahora está peor. Digamos que para ser un hijo de inmigrantes parido en Chile, siempre se mostró reticente con la cultura local. De chico habitó el recelo de no haber nacido a 12 mil kilómetros de distancia, como su hermana mayor. Entonces siempre se dedicó a criticar, hasta que un día de 1965 conoció a mi mamá: una suerte de Mercedes que hasta el pelaje de la fiera podía cambiar. El asunto es que cuando se toparon, la patrona lo domó y lo llevó a conocer a sus primos en La Calera donde lo bautizaron como «El italiano». Allí pasaron toda una semana celebrando el 18 en patota, a las faldas del cerro El Pantalón. Según me contaron, el donjuán conoció a sus suegros en una achoclonada ramada. Cuando saludó lo sentaron y, mientras lo entonaban con una chicha de dudosa procedencia, mis tías le sirvieron una empanada de pino con arrufes perfectos. Antes de que escupiera el cuesco, ya le habían puesto un anticucho en la mano y vamos armándole el plato con fiambre, que el asado todavía se estaba haciendo. Al caballero no le dieron ningún descanso cuando le pusieron un garrón de cordero, con tres papas cocidas y una montaña de pebre. Para los escandalosos de la familia esto era una prueba de las más decisorias. «Viste que es rica la comida chilena, italiano», le decían mientras le rellenaban el vaso y le cambiaban la chicha por mistela. «¡Pero si yo también soy chileno!», respondía entre risas el nuevo embajador de la patria. Estaba como chancho en barro. Feliz y enganchado.

MIRE QUE BUENO
Chile fue a un mundial, pero no a uno de esos en que hay 22 personas millonarias corriendo detrás de una pelota. Nuestro país fue partícipe del World Barbecue Championship 2022,un certamen internacional en que distintas delegaciones compiten por quiénes hacen los mejores asados. En esta edición, la humareda se realizó durante los primeros días de septiembre en un parque de la ciudad de Torhout, al noroeste de Bélgica. Hasta allá llegó “La Roja de fuego”, dirigida por el chef Christian Bravo de Entre Toros Smokehouse, la cual se llevó el primer lugar en una de las seis categorías: la paleta de cerdo. “Que no te lo cuente nadie. Es la primera vez que un equipo no europeo saca un primer lugar en una categoría y, más aún, fuimos el primer equipo sudamericano en obtener una categoría mundial en este tipo de torneos”, celebraron desde la Asociación Chilena de Asadores (ACA).

PÓNGALE OJO
A lo que se va a cocinar en el apoteósico lodge que maneja la cadena Explora en el desierto de Atacama. ¿Por qué? Porque trascendió que el connotado chef peruano Virgilio Martínez, bautizado hace una década como la «nueva estrella del firmamento gastro-limeño», se hará cargo de los lineamientos culinarios del recinto. Esto significa que asesorará lo que se cocina dentro, no que todos los viajeros comerán de su mano cuando lleguen hambrientos de Baltinache o el túnel de Catarpe. Para ello está Emanuel Mellado. En fin. Si bien no hay fecha para su debut, el fundador de Central le comentó a «Viaje al sabor» que la propuesta buscará conectarse con la naturaleza del lugar y el territorio donde están insertos. Súper místico. La lástima es que sólo los que se alojen podrán probarlo y para ello habrá que reservar, pagando entre 342 y 565 dólares la noche. Es decir, entre 300 y 500 mil pesos chilenos, según los precios disponibles para octubre.

OYE NO LO DIJE YO
El 7 de agosto los cibernautas se comieron en redes sociales al Gema Ramen, ese pequeño localcito del persa Biobío que alcanzó la fama capitalina gracias a un programa de televisión, y que todos los fines de semana atraía a una horda de nipo-lovers a probar su plato estrella. Sin embargo, ese domingo las filas eran por otra razón. Una cuenta en Instagram llamada @funagemaramen comenzó a denunciar el maltrato laboral que se vivía al interior de su cocina, acusando de irregularidades y persecución a su fundador Patricio Cozano. ¡Incluso dijeron que usaban caldos en polvo! Ante esto, el restaurante -que suma más de 58.600 seguidores en la misma plataforma- nunca se pronunció, y el perfil fue dado de baja días después. «Funa desaparecida en democracia», comentó un tuitero. «No se puede esconder para siempre», agregó la garzona que pegó el grito al cielo.
