Por Daniela Tapia @varietal
Primera parada: Trujillo
La ruta Moche está entre los departamentos de La Libertad y Lambayeque, a unos 700 kilómetros de Lima. Llegando a Trujillo, punto de partida de este camino turístico, nos dirigimos al hotel Costa del Sol, ubicado en plena Plaza de Armas donde está la Iglesia de La Merced y rodeado de espectaculares construcciones coloniales, lo más bello de la ciudad. Después de un merecido descanso, recorrimos la zona arqueológica Chan Chan, capital del reino Chimú, una civilización del antiguo Perú que se desarrolló en la costa norte entre los siglos II y VII y que realizó grandes obras de ingeniería hidráulica, como canales de riego y represas, y dejó todo un legado de arquitectura, cultura y vestigios arqueológicos. Pero tanta cultura y admiración nos dio hambre y la siguiente parada fue Huanchaco, balneario ubicado a 15 kilómetros del centro, con una gastronomía alucinante.
Restaurante Bigben (@BigBenHuanchaco)
Frente al mar de Huanchaco, es reconocido como el mejor restaurante de la zona, con una vista insuperable hacia los surfistas que parecen volar sobre las olas. Acá ofrecen productos muy frescos de las caletas aledañas y como siempre, partimos por el insuperable pisco sour para relajarnos y comenzar el recorrido de platos del norte del Perú, un verdadero abecedario de sabores que repetiremos una y otra vez. Algunos de los platos más destacados son el cebiche mixto Bigben, de corvina, pulpo, calamares, langostinos, caracoles, almejas, conchas negras y ají mochero; o el sudado norteño criollo, un filete de pescado servido en una sopa concentrada de ají en escabeche, cebolla, fondo de pescado y chicha de jora. Una delicia para sudar de sabor.
Finalmente seguimos nuestro paseo entre caminos pedregosos, para llegar al Complejo el Brujo, donde está el Museo Cao, donde nos esperaba el cuerpo intacto, momificado, de la primera gobernante moche: la Señora de Cao. Un lugar impresionante e imperdible.



Segunda parada: Malabrigo
La llegada a Malabrigo es soñada, un puerto donde las olas destacan por sobre todo en el paisaje. Nos dirigimos al hotel Surf Chicama Boutique Hotel&Spa (Calle Arica Mz87 Lt 01; Tel. +51 1 4406040), cuyo restaurante está ambientado como una oda a las casas de playa de los años 40. Acá la comida es la clásica del norte del Perú, pero por lejos lo que más destaca es la playa y sus olas. Acá, todos fuimos surfistas. Chicama es la rompiente más famosa de este país, conocida mundialmente como la ola más larga del planeta: tiene casi cuatro kilómetros de recorrido y múltiples secciones.
Tercera parada: Chiclayo, la ciudad de la amistad en Lambayeque
Aquí nos fuimos directo a 490 Restaurante Grill a conocer a su empático chef José Pepe Dongo. Y probamos una mesa saturada de increíbles platos, como panceta de cerdo con camote y salsa de naranja, entrañas, flat iron, espárragos grillados, costillas de cerdo cocinadas al vapor con salsa barbecue, acompañados de una gran variedad de ajíes, papas y ensaladas con quesos fritos. Todo, disfrutando excelentes vinos chilenos y bailando las mejores rumbas. Eso sólo pasa en 490 junto a Don Pepe Dongo.
Cuarta parada: Túcume, el lenguado y El Cántaro en Lambayeque
El Museo Túcume alberga piezas de las excavaciones efectuadas en esta ciudad entre 1989 y 1994, así como una colección de las culturas Lambayeque, Chimú e Inca. Es un paseo adorablemente constructivo e impactante. Luego de visitar este tremendo centro antropológico, fuimos a conocer al chef Ernesto Goicochea, quien nos esperaba para enseñarnos el paso a paso de un cebiche de lenguado. Una hermosura de preparación y de sabores frescos, tal cual como lo preparaban todos estos pueblos. Y terminamos en un clásico de la zona, El Cántaro en Lambayeque (Tel. 074 282196), que tiene 42 años desarrollando la gastronomía de esta cultura, de la mano del destacado chef Agustín Jordán, preparando exquisitos platos como la tortilla de raya, la causa norteña, el cabrito a la lambayecana o el pato arvejado.
Última parada: Chiclayo y Héctor Solís
Finalmente nos dirigimos a Chiclayo donde uno de los mejores lugares para ir es el restaurante Fiesta (Av. Salaverry 1820; Tel. +51 74 201970), cuyo chef Héctor Solís ha desarrollado la cocina Lambayecana posicionándola a nivel mundial, con maravillosas preparaciones como el arroz con pato, el guiso de cabrito y otros productos extraordinarios como la langosta de Puerto Eten. Este lugar refleja el ambiente familiar que se vivía en su casa: una Fiesta. Y su pisco sour es único, quizás el mejor que probé en este alucinante recorrido. Sin duda, un hombre que ha contribuido mucho a la comida peruana y a la de su región.
Todo debe terminar…
En un triste último día, y con un par de PCR a cuestas, seguimos esta aventura para llegar a uno de los más importantes museos del mundo, el Museo de Tumbas Reales de Sipán, donde está la tumba del Señor de Sipán, gobernante del siglo VII d.c. Después nos fuimos a Pimentel, una de las más bellas playas de esta zona, cuyo sello de oro es La Picantería de nuestro Héctor Solís (Rivera del Mar 164), restaurante al que se llega luego de caminar por un muelle de 800 metros, el más largo de Perú. Acá terminó la magia primero con un pescado de kilo que puede ser bonito, róbalo o cabrilla, pero sea cual sea aún se sienten sus sabores en las papilas gustativas; y luego con un sudado, un guiso caldoso con cebollas rosadas, ají amarillo y yuca que es para dejar todo el resto de amor que nos quedaba, sobre esa mesa que mira al mar.