Por Pilar Hurtado
¿En qué piensan cuando les dicen Sao Paulo? Seguro que en una jungla de edificios, bancos, tiendas y restaurantes de lujo. Al menos esa idea tenía yo. Porque nunca miré un mapa para descubrir que este estado brasileño -con cerca de 47 millones de habitantes- tiene un litoral larguísimo sobre el Atlántico y lleno de playas, cada una con su propia personalidad. Lo mejor es que está a tres horas en avión desde Santiago y hay mucho para recorrer en los cerca de 300 kilómetros de distancia que hay entre el aeropuerto de Guarulhos (Sao Paulo) y Ubatuba, el último destino que, además, es fronterizo con Río de Janeiro.


Primera parada: Bertioga
A poco más de 100 kilómetros en auto desde Sao Paulo se encuentra el municipio de Bertioga. Nosotros alojamos en la Pousada Porto Kanoas (https://www.portokanoas.com.br/), frente a la playa y con un energético “café da manha” para cargar pilas y partir a recorrer los 33 kilómetros de playas. No dejen de visitar el Fuerte Sao Joao, una construcción de 1560, de tiempos de la colonia portuguesa, frente a la playa. Aquí les recomendamos quedarse una o dos noches y aprovechar de hacer alguna una caminata sencilla, como la trilha de Itaguaré, que llega a la playa en medio de altos árboles donde se pueden ver monos, aves y mariposas. Muy cerca de allí, almuercen en el restaurante India das Ostras, cuya especialidad son las ostras que abren allí mismo, y platos marinos como la moqueca, de la que se pueden probar distintas versiones en todo este circuito.

Moqueca
La moqueca es un plato típico en las costas de Brasil del cual ya hay referencias en escritos del s. XVI. Para prepararlo, se cocinan pescados y/o mariscos en una olla de barro junto con cebolla, tomate, pimentón, aceite de dendé (palma) y leche de coco (la versión nordestina incluye estos dos últimos ingredientes, por su influencia de la cocina africana). La moqueca se sirve hirviendo, acompañada de arroz blanco, farofa y pirao (caldo de pescado espesado con harina de yuca o mandioca).



Segunda parada: Sao Sebastiao
Entre Bertioga y el siguiente municipio, Sao Sebastiao, hay 97 kilómetros recorriendo la costa para llegar a esta joya natural, en la que un 68% de su territorio es el Parque Estadual Serra du Mar. Bosques de la flora del lugar, llamada “mata atlántica”, cascadas, cuevas naturales y playitas escondidas son parte del encanto de Sao Sebastiao, donde la temperatura del mar se mueve entre los 18 grados en invierno hasta los 30 grados en verano. Aparte de deportes náuticos, aquí se pueden hacer caminatas -como la trilha entre las playas Maresias y Pauba, poco exigente y que permite gozar de paisajes maravillosos-, buceo y navegación para visitar las islas cercanas. En cuanto a la historia, Sao Sebastiao fue uno de los primeros asentamientos en la costa de Brasil y se convirtió en villa en 1636. Hoy en el centro histórico se pueden visitar varios edificios que atestiguan ese pasado, como la iglesia La Matriz.
Recomendamos quedarse en dos o tres noches y el Miradouro (https://miradourohotel.com.br/), en la punta de una montaña y con una vista privilegiada, es una experiencia de lujo.



Tercera parada: Ilhabela
A esta isla se cruza en ferry desde Sao Sebastiao, a poco más de 4 kilómetros. Gracias a que cuenta con un 94% de mata atlántica preservada, hay más de 390 especies de aves, además de 12 especies de ballenas y delfines y 15 puntos para practicar el buceo. Ojo, que por esta misma vegetación, hay unos mosquitos llamados borrachudos contra los que conviene prepararse comprando el repelente de citronela elaborado en la misma isla, antes de salir de excursión. La isla, que ha sido escenario de diversos naufragios documentados en su museo, cuenta con más de 40 playas. Es un destino como para quedarse dos o tres noches. Nosotros estuvimos en el hotel Casa di Sirena (https://www.wyndhamhotels.com/es-xl/wyndham/ilhabela-brazil/wyndham-ilhabela-casa-di-sirena/overview), espectacular vista y habitaciones con jacuzzi en la terraza.



Cuarta parada: Ubatuba
Al municipio de Ubatuba llegamos en un barquito, desembarcando en playa da Fazenda. Pero por supuesto que se puede llegar por tierra, un viaje de unos 70 kilómetros. Aquí nos alojamos en el alucinante Banana Bamboo Ecolodge (https://bananabamboo.com.br/), un proyecto que ha recuperado la vegetación de la zona y donde tienen hasta cacao, con el que hacen sus propios chocolates. Los desayunos son apoteósicos y aquí los veganos gozan con todo. Las habitaciones están en medio de la selva y hay piscina, jacuzzi, clases de yoga, meditación y masajes.
¿Hay más? ¡Sí, claro que hay más! Los invitamos a ustedes a seguir descubriendo. Toda la información, mapas, distancias, rutas, hoteles, etc., los encuentran en https://circuitolitoralnorte.tur.br/